viernes, 4 de mayo de 2007

Capítulo 13 - Espiritus

Cristina me miró con esa sonrisa que ya me había regalado antes y extendió su mano para que fuera a su lado.

- ¿Cómo te fue? - me preguntó.

- Bien. Pude ver a mi hija. La acompañé hasta hace poco rato. Cuidé de ella y me sentí bien. Echaba de menos estar cerca de ella, aunque ahora fuera diferente.

- Que bueno. Es importante que estés tranquilo con los tuyos. Yo estuve mucho tiempo cerca de mi hija, hasta que decidí alejarme un poco de ella.

- ¿Sí?, ¿Te alejaste?

- Es que me volví muy obsesiva. Quería saber todo lo que hacía, cada lugar en el que andaba, con quien se juntaba o quienes estaban cerca de ella cuando su padre no estaba cerca.

- Es entendible. Yo ya he tenido esas ideas con Camila. También quiero cuidarla.

- Pero ten cuidado. Con el pasar de los meses, te vuelves dependiente de ellos; a mi me costo mucho tomar la decisión de alejarme.

Me contó que a su hija la seguía día y noche, que se sorprendió espiándola cuando hablaba con sus amigos del colegio. Me contó la vergüenza que sintió cuando la vio besarse con su primer pololo y la furia que sintió cuando éste, un poco mayor que ella, muy libremente manoseaba su trasero por debajo del uniforme.

Estas situaciones, la hacían sentir muy "intrusa", me contaba que aveces trataba de hacerles sentir que ella estaba cerca, como para que respetaran a su hija, pero no lograba que la notaran. Eso la frustraba aún más.

Seguimos caminando y entramos a una calle con casas de ladrillo a cada lado, muy estilo inglés. Cristina me dijo que allí había uno de nosotros. Un niño de 12 años que no soportó la enorme tristeza de perder a su madre en un accidente y se suicidó. Deambula por estas calles desde hace ya varios años.

Pensé en un antiguo vecino que había hecho lo mismo. Un hombre de unos 45 años. Sufría de una gran depresión a causa de deudas, tenía cuentas muy altas y no tenía un trabajo que cubriera sus gastos. Cansado de tanta presión y de demandas exigiendo el pago de las cuentas, se colgó en su casa un viernes. Notaron su muerte la madrugada del domingo.


Quedamos en silencio unos minutos. Entonces empecé a recordar las palabras del gangster. Pensé en el supuesto "demonio" que me describió. Todavía me parecía muy Hollywood la idea, pero yo estoy muerto, soy un fantasma, me muevo entre los vivos... Ya son muchas cosas en las que nunca creí y ahora las estaba viviendo. (Aunque esa palabra no es tan literal). Quizas era mucha información de golpe para un escéptico como yo.

Un minuto más tarde, miré el rojo cabello de mi acompañante y decidí salir de mis dudas.

- Cristina, ¿puedo hacerte una pregunta?

- Si, dime.

- Tu que llevas más tiempo que yo en este lugar, quizás puedas responder algo que ha despertado mi curiosidad.
Yo nunca he sido religioso ni nada de eso. De hecho era bastante ateo en mis tiempos, pero he estado preguntándome. ¿Aparte de nosotros, existe alguien más?

- ¿Alguien más? - me preguntó

- Si - continué - me refiero a espíritus ¿"malos"? - Sentí que no necesitaba explicar más. Ella claramente sabía a lo que iba con mi pregunta.

- Te refieres a Demonios.

Nuevamente me recorrió un escalofrío. La verdad es que verme enfrentado a la posibilidad de que realmente existieran demonios o algo parecido me ponía algo nervioso. Ya era bastante extraño estar en esta situación como para además enfrentar el hecho de que todo lo que nunca quise creer, apareciera ante mis ojos.

- Si, a demonios- le dije.

Se detuvo. Miró a su alrededor muy lentamente, como cuidándose de la mirada de alguien no deseado. Saco el cabello de su rostro y lo pasó por detrás de la oreja. Me miro. Sus ojos brillaban. Noté una expresión de sinceridad y de temor en su mirada. Abrió su boca y habló.

- Existen - y bajo un poco la mirada - No te lo había dicho, porque llevas poco tiempo acá, pero es verdad. Hay "seres" que deambulan entre nosotros. Los llamamos demonios, pero la verdad no sabemos qué son. No hemos sabido nada de cielo o infierno, pero estos seres se mueven cada cierto tiempo y se llevan a quien puedan atrapar.

- ¿Atrapar? - dije, pidiendo aclarar un poco más el tema

- Si. Son seres extraños. Generalmente los reconoces porque no tienen aspecto normal. Vienen y atrapan a cualquiera de nosotros y se lo llevan. Cuando me he escondido lo suficiente, he podido ver a algunos de ellos arrastrar a otros del pelo hasta los lugares donde los castigan.

- Espera, espera - interrumpí - ¿A qué te refieres con "lugares donde los castigan"?

Cerró los ojos, como si no hubiese sido correcto hablarme de todo eso. Me volvió a mirar y dijo:

- Lo mejor será que te lleve, para que lo veas con tus propios ojos.