viernes, 4 de mayo de 2007

Capítulo 9 - La mujer de pelo rojo

Me volteé instantáneamente y pude ver, al otro lado de la casa, a una mujer de cabello rojo haciendo un gesto con su mano para seguirla.

Extraña sensación. Me había tocado, yo lo sentí. Pero estaba por lo menos a 20 metros de mi. Un escalofrío me recorrió la espalda.

Me alejé del accidente y fui al lugar donde estaba ella.

La perdí de vista un segundo. Apareció y se perdió tras la pared de la casa vecina.

Me apuré, ella pudo verme, ella podía darme respuestas. Era la única persona que me había visto.

Al llegar a la esquina, estaba esperándome.

Vestía un delgado vestido a flores sobre su blanca piel y su cabello rojo era liso y se movía suavemente con la brisa. Alta, delgada. Una mujer como siempre me gustaron en vida.

- Hola - me dijo suavemente después de unos segundos.

- Hola - respondí

- Debes de estar asustado, pero necesito hablar contigo. - Su voz era una suave caricia en estos momentos.

- Yo también, eres la primera que se da cuenta quien soy - afirmé sin dejar de mirar sus ojos celestes, profundos e iluminados. - No he visto a nadie como yo.

- Ven conmigo, caminemos hacia los árboles.

Tomó mi mano y sentí frío en los dedos. Al avanzar, el entorno me daba vueltas, como cuando has tomado una buena cantidad de vodka. Finalmente, llegamos a unos árboles en el jardín de alguien.

Apoyó su espalda en el tronco y yo quedé de pié bajo la sombra.

- Las cosas no son como tu piensas - dijo casi sin abrir sus labios - La curiosidad es algo muy natural en este estado, pero debemos permanecer distantes.

- Pero, quiero ver a mi hija, necesito verla otra vez - reclamé

- En este momento no puedes, debes alejarte. Nosotros podemos ser espectadores, pero no podemos estar constantemente cerca de ellos, eso atrapa. Hace que te quedes en un lugar y después de un tiempo, sientes que sigues vivo y que quienes se acercan a tus dominios son enemigos.

Recordé lo que pasó en la casa donde vi a Clara y a Camila y dije

- Creo haber vivido algo así hace algunas horas

Agachó su cabeza y el viento empujó el cabello de su nuca hacia adelante. Levantó su mano y lentamente devolvió el rojo a su lugar.

- Posiblemente sea alguien que permanece en el lugar por donde te movías - dijo

Entonces, nuevamente tomó mis manos. Las abrazó con las suyas, las elevó y besó.

- Ven conmigo, tenemos mucho de que hablar

Caminamos por la acera. Los niños a lo lejos lloraban y las madres y vecinos se aglomeraban alrededor de la ambulancia. La policía hacía preguntas a los testigos y alguien tomaba fotos del suceso.

- ¿Quién eres? - pregunté al fin.

Se detuvo. Giró la cabeza y el viento otra vez elevó sus cabellos. El sol hacía hermosos brillos en su corona y sus ojos brillaban con envolvente belleza.

- Cristina - y una sonrisa apareció en su rostro.

- No te conozco, ¿cierto?

- Aun no

- ¿Y porqué quieres ayudarme?

- Porque tu ayudaste a mi hija