viernes, 4 de mayo de 2007

Capítulo 8 - Policias y ladrones

Desde la mañana que no sentía tan fuerte el sol sobre mi rostro. Nunca fui un fanático del calor; pocas veces iba a la playa esos días de 35 grados. Normalmente me refugiaba bajo alguna sombra o la visitaba cuando el sol se podía ocultar a ratos entre las nubes. Pero el día era árido y los niños jugaban en los patios de las casas.

Una mamá colgaba la ropa mientras su perro arrancaba con unos calcetines. Entré al jardín y disfruté mientras ella corría tras el peludo animal.

Llegue donde jugaban los niños. Ladrones y policías, con placas hechas de cartón. El más grande de los cuatro no le llamaba la atención y prefería sumergirse en la piscina.

Estuve unos minutos observando y recordando a mis amigos cuando íbamos a la piscina de los marinos. Pagábamos la entrada y estábamos toda la tarde en el agua.

Me estiré en el pasto, miré el cielo mientras me deleitaba con las risas y el sonido del agua cuando de pronto un sonido de llantas y un golpe seco rompieron la calma.

Me levanté, literalmente, en una fracción de segundo y miré a la calle.

El más pequeño de los niños, al parecer arrancando de los "policias", había querido escapar cruzando la calle.

Voltee mientras los otros gritaban, buscando a la mujer del perro con el calcetín, pero no la veía.

- ¡Carlos!, ¡Carlos! - Le gritaban los otros niños para hacerlo despertar.

El conductor se bajó y celular en mano, tiritaba y le temblaban las piernas mientras pedía ayuda.

Carlos estaba inmóvil y mi desesperación era inmensa, como si mi propia hija fuera quien estaba frente al parachoques.

Yo también estaba tiritando, seguía buscando a la señora del perro. El conductor ahora estaba sentado en el piso con una mancha de vómito en su costado.

Carlos no reaccionaba a ninguno de los gritos de los niños. Sólo crecía una pequeña mancha roja tras su espalda.

De pronto llegó corriendo la mujer envuelta en gritos de terror, se llevaba las manos a la cabeza y se tiró de rodillas al piso para tratar de hacer reaccionar al pequeño.

Yo comencé a acercarme. No sé como pero sentía que podía ayudar. Y entonces, sentí que me tomaron del brazo.