viernes, 4 de mayo de 2007

Capítulo 12 - Ellos

Me dio una sensación de peligro. Pero también el deseo de respuestas. Cristina no estaba y hasta el momento no conocía a nadie más.

¿Quién era este personaje? ¿Porqué quiere hablar conmigo?

No sé muy bien qué fue lo que me decidió; recordé que horas atrás el miedo me había alejado de esta casa. Una sensación de que "algo" me empujaba o alejaba. ¿Habrá sido él?. Y si así fué ¿Porqué ahora querría hablar conmigo?. ¿Realmente querrá hablar conmigo?.

Mientras me hacía estas preguntas, lentamente avancé hasta el costado y asomé la cabeza hacia el montón de cajas apiladas.

- Debes tener cuidado, tu eres nuevo. Se nota - me dijo.

Su cara reflejaba miedo a ser descubierto. Constantemente miraba hacia los lados sólo con los ojos. Me llamó la atención que estaba sin zapatos y su ropa estaba un poco gastada.

- ¿Quien eres? - pregunté al fín.

- Soy un rezagado. Uno de los que no quiere seguir - Mordía sus dedos como nervioso, en una actitud muy humana.

El miedo que demostraba parecia algo alejado de lo que yo pensé sería el estar muerto, pero me he sorprendido de lo normal que las actitudes se mantienen despues de morir.

- Llevo mucho tiempo aquí, en esta casa. De mucho antes que llegaran sus actuales dueños. - siguó.

- Esta casa era mía. Vivi en ella mucho tiempo, hace ya tantos años.

- ¿Y porqué sigues aquí? - pregunté.

Y comenzó su historia.

Yo vivía bien. Rodeado de comodidades. Tenia mujeres y mucho dinero. Pero ese dinero y esas mujeres no venían de negocios honestos.
Trabajaba con un grupo de socios en una empresa de transportes hace ya muchos años, pero eso era sólo una fachada para el negocio que realmente nos daba dinero, las apuestas.
Yo era lo que se denominaría un mafioso. Un corrupto. Compraba a policías y al vecindario con cantidades frecuentes de dinero para obtener información y mantener bajo control el negocio.
Un gángster.
Si alguien no pagaba, se enviaba a alguien a "amenazar" y muy pronto llegaba el pago. Esa amenaza no era otra cosa que poner un arma en su cabeza con sólo una bala, apretar el gatillo y hacer que se cagara encima al pensar que iba a morir.
Mucho dinero hice, muchas mujeres tuve desnudas en mi cama, pero el costo ahora lo veo muy alto.
Morí de un balazo en la cabeza en un ajuste de cuentas. Mi sangre cubrió la mesa en la que jugábamos cartas con mis asociados y desde que mi vida terminó, hace ya más de 50 años, he tenido que soportar las torturas de cada uno de quienes murieron bajo mi ley.
En un comienzo me perseguían y me golpeaban con sus manos y pies y nunca se cansaban ni descansaban.
Me arrastré por 3 años bajo lluvias de golpes, patadas e insultos.
Después de un tiempo me dejaron tranquilo y uno de "ellos" me dio una solución.

- ¿"Ellos"? - Interrumpí - Nuevamente hablas de "ellos", ¿Quiénes son?

- Son demonios - y sentí el escalofrío otra vez.

Ellos buscan - continuó - buscan a quienes poder llevarse. Los tientan, los resguardan, pero es solo para poder apoderarse de sus recuerdos, de lo que queda de ellos y tenerlos como esclavos en sus dominios en lo bajo.
Me sentía eternamente condenado a sufrir una eternidad de golpes hasta que quienes sufrieron bajo mi mano me soltaron. Varios días después, cuando veía que nadie estaba cerca, uno de ellos se me acercó.
Era un hombre blanco de unos 30 años. De rostro algo femenino, pero me llamó la atención el que sus manos fueran negras. Si, negras. No era natural y me aterré. Quien se acercaba a mí no era un fantasma como todos los que había visto.
Yo me levanté y corrí, corrí hacia mi casa. igual que cuando un niño corre a esconderse bajo las sábanas de su cama pensando que allí estaría seguro, yo corrí de vuelta a mi casa.
Allí todavía vivían mi esposa y mis dos hijos y cuando llegue y entré, aquel ser de manos negras se alejó.
Cada vez que salía al patio no avanzaba más allá del jardín, temiendo que alguien como él volviera.

- Pero ¿qué quieres decir con esto? - pregunté

- Que mientras estás cerca de personas vivas, en especial tu sangre, ellos no se acercan.

- ¿Y cómo puedes asegurar eso?

- No puedo, pero llevo mas de 40 años en esta casa, acompañando a los hijos de mis hijos y los demonios no se me han acercado.

- ¿Y qué hay de quienes te golpeaban?

- A veces me encuentran y debo soportar sus golpizas durante días.

- Dijiste que quien me acompañó hacia acá era uno de "ellos"

- Si, aunque no puedo estar 100% seguro, sentí algo al verla, en especial ese día que apareciste aquí por primera vez y recorriste el patio de atrás.

- ¿Me viste?

- Claro. Y debo decirte que ella estaba mirándote desde lejos. Y te siguió cuando ibas calle abajo.

- ¿De qué hablas?

- Ten cuidado, no confíes en ella.


La verdad es que no creí nada de lo que me dijo. Quizás estaba algo "tocado" con toda su experiencia. Pero el miedo nació en mi interior. Miedo a lo desconocido. Por primera vez pensé: Yo que nunca creí en dios ni el diablo, que fui un escéptico en todo ahora me enfrentaba a la realidad de que sí había vida después de la muerte. Entonces la pregunta era obvia. ¿Existirán seres tales como demonios?

Caminaba de regreso a la entrada al jardín, miré atrás y el "gángster" no se veía por ningún lado.

- ¡Allí estás!

Giré mi cabeza y reconocí el cabello rojo iluminado por el sol de la mañana.